By Seth Shostak, Senior Astronomer
It could be atmospheric chemistry. Or pollution from unseen volcanoes. But there’s a chance – a not insignificant chance – that scientists have made the first clear discovery of life beyond Earth.
Researchers at Cardiff University and MIT, together with colleagues from both British and Asian universities, have just published a paper in the journal Nature in which they claim to have found a smelly, toxic gas – phosphine – high in the thick clouds of the Venusian atmosphere. On Earth, phosphine is produced by certain types of bacteria.
This discovery was unexpected, and a potential game changer. The presence of airborne phosphine might be likened to stumbling upon scat in the desert, a signal that life is in the neighborhood.
If indeed there are living organisms floating in the dense air of Venus, it would enormously strengthen the argument that life is not a rarity, a cosmic miracle, but is as common as freckles.
For decades, scientists have pursued life in space in three ways. One is to simply find it, the underlying motivation for sending many of the rovers that crawl across Mars. A second is to discover that another world houses intelligent beings by tuning in their radio transmissions. A third scheme – less well known – is to use telescopes to examine the atmospheres of planets and moons for biomarkers: gasses produced by life.
A prime example of a biomarker is the oxygen in our own air, the exhaust gas of the photosynthetic life that thrives here. A second is the methane that seems to occasionally waft through the thin air of Mars. Methane, as anyone unfortune enough to live near a garbage dump knows, is a breakdown product of some bacteria.
Lamentably, bacteria are not the only manufacturers of methane. It can also be produced by geological processes. Methane might mean life on Mars, but it might not.
What makes the discovery of phosphine in Venus’ air so compelling is that the researchers have racked their brains trying to come up with ways to explain its presence short of invoking biology. They’ve considered the likelihood of weird chemical processes in the atmosphere that could produce it, or the possibility that it was spewed out of volcanoes below. Even the reactions caused by meteors that streak through the clouds or the chemical effects of lightning were considered. But the scientists couldn’t find a plausible non-biological explanation.
Nonetheless, they remain cautious. History is littered with claims of extraterrestrial biology that later proved suspect or just plain wrong, from the canals on Mars to the squiggly, microscopic features seen in a martian meteorite. Everyone who’s claimed to have established the existence of life elsewhere has been seriously challenged. The strong consensus of science is that our world is the only place in the universe where life is known to exist. To prove otherwise is a tantalizing goal, but the proof needs to be indisputable.
So, caution reigns. Sara Seager, an MIT professor of physics and planetary science and a member of the research team, put it this way. “There could be two explanations. One that there is some unknown chemical process that could somehow produce the phosphine. The second is that … there’s life.”
But Venusian life? Yes, Venus has long been called Earth’s twin, primarily because the two planets are the same size. But it’s not the favored twin: spacecraft have revealed a baked landscape, with round-the-clock temperatures of 900 degrees Fahrenheit. For decades scientists assumed Venus was a sterile hell, and largely ignored it in favor of Mars or several of the water-rich moons of Jupiter and Saturn.
But not all scientists. Planetary astronomer David Grinspoon, of the Planetary Science Institute, has persistently championed the idea of paying greater attention to Venus. He’s pointed out that at an altitude of 30 miles above the surface, the cloud temperatures drop to roughly the same as a Fall day in New York. The idea that some microbes could be floating in these extraordinarily dense and temperate clouds is not beyond the pale. Such organisms could be the left-overs from simple life that may have been spawned during the billions of years that Venus had oceans, vast seas that eventually boiled away. They would be the microscopic refugees from a world that slowly went bad.
Grinspoon reacts to the phosphine discovery by saying that it “will force people to take seriously the plausibility of a cloud biosphere on Venus.”
If past is prologue, the excitement following the discovery of this malodorous gas will give way to an explanation that doesn’t depend on the presence of life. After all, nature is exceedingly adept at cooking up conditions and compounds that humans haven’t foreseen. If that happens, what is now an exciting discovery will become one that’s merely interesting.
But we can’t rule out the more dramatic outcome – the possibility that, at long last, we’ve proven that we have company in the cosmos. Yes, they’re microscopic and live an incomprehensibly dull existence. But unlike everything else we’ve yet found in the heavens, they’re alive.
Por Seth Shostak, Senior Astronomer
Traducido por Lourdes Cahuich
Podría ser la química atmosférica o la contaminación de volcanes ocultos, pero existe una posibilidad -una posibilidad que no es insignificante- de que los científicos hayan descubierto por primera vez vida más allá de la Tierra.
Los investigadores de la Universidad Cardiff y MIT, en conjunto con colegas de universidades británicas y asiáticas, acaban de publicar un artículo en la revista Nature, en la cual afirman haber encontrado una alta concentración de un gas maloliente y tóxico, llamado fosfina, en las densas nubes de la atmósfera de Venus. En la Tierra, la fosfina es producida por ciertos tipos de bacterias.
Este fue un descubrimiento inesperado y quizá implique un cambio de paradigma. La presencia de fosfina en el aire podría compararse con encontrar excrementos en el desierto, una señal de que hay vida en los alrededores.
Si de verdad existieran organismos flotando en el denso aire de Venus, ésto podría fortalecer el argumento de que la vida no una rareza o un milagro cósmico, sino que es tan común como las pecas.
Durante décadas los científicos han buscado vida en el espacio de tres formas: una es simplemente encontrarla, que es la motivación subyacente para enviar tantos astroautos para recorrer Marte. Una segunda forma es descubrir que otros planetas albergan seres inteligentes al sintonizar sus transmisiones de radio. La tercer forma -y la menos conocida- es el usar telescopios para examinar las atmósferas de satélites y planetas en busca de biomarcadores: gases que sean producidos por la vida.
Un buen ejemplo de biomarcadores es el oxígeno en nuestro aire, los gases de desecho producidos por la vida fotosintética que abunda aquí. Otro ejemplo es el metano, que a veces aparece en el tenue aire de Marte. El metano, conocido por cualquiera que haya tenido la poca fortuna de pasar cerca de un basurero, es el producto de la descomposición ocasionada por algunas bacterias.
Lamentablemente, las bacterias no son las únicas que producen metano; éste también puede ser producido por procesos geológicos. El metano podría significar que hay vida en Marte, o podría no serlo.
Lo que hace que el descrubrimiento de fosfina en el aire de Venus sea tan irresistible es que los investigadores se han devanado los sesos tratando de encontrar formas de explicar su presencia sin invocar a la biología. Los científicos han considerado la probabilidad de que la fosfina pudiera ser producida por extraños procesos químicos en la atmósfera o la posibilidad de que fuera expulsada por los volcanes que se encuentran debajo de la atmósfera. Incluso se consideraron las reacciones causadas por los meteoritos que atraviesan las nubes o los efectos químicos de los rayos. Pero los científicos no pudieron encontrar una explicación pausible no relacionada con la biología.
No obstante, es necesario ser cautelosos. La historia está llena de afirmaciones sobre biología extraterrestre que luego resultaron sospechosas o simplemente erróneas; desde los canales de Marte hasta las microscópicas características onduladas encontradas en un meteorito marciano.
Todos los que afirman haber establecido la existencia de vida fuera de nuestro planeta se han enfrentado a un serio desafío. El fuerte consenso de la ciencia es que nuestro mundo es el único lugar del universo donde se sabe que existe vida. Demostrar lo contrario es un objetivo tentador, pero la evidencia debe ser indiscutible.
Así que la cautela prevalece. Sara Seager, una profesora de física y ciencia planetaria de MIT y miembro del equipo de investigación, lo planeta de la siguiente manera: “Podrían existir dos explicaciones: una en la que existe algún proceso químico desconocido que, de alguna manera, podría producir la fosfina. La segunda es que ... hay vida ".
¿Pero vida venusiana? Sí, desde hace tiempo se conoce a Venus como el gemelo de la Tierra, principalmente debido a que ambos planetas tienen el mismo tamaño; pero no ha sido el gemelo afortunado: las sondas han revelado un paisaje recocido, con temperaturas constantes de 900 grados Fahrenheit (casi 500 grados Celsius). Durante décadas, los científicos han supuesto que Venus era un infierno estéril y fue ignorado en gran medida a favor de Marte o de algunos satélites ricos en agua, alrededor de Júpiter y Saturno.
Pero no todos los cietíficos lo han pensado así. El astrónomo planetario David Grinspoon, del Instituto de Ciencia Planetaria, ha defendido persistentemente la idea de prestar más atención a Venus. Él señaló que, a una altitud de 30 millas (casi 50 Km) sobre la superficie de Venus, la temperatura de las nubes desciende a lo que podría ser un día de otoño en Nueva York. La idea de que algunos microbios podrían estar flotando en estas nubes, extraordinariamente densas y templadas, no está fuera de lugar. Tales organismos podrían ser los restos de alguna forma simple de vida que pudo haberse generado durante los miles de millones de años en los que Venus tuvo océanos y vastos mares que, finalmente, se evaporaron. Dichos microbios serían los refugiados microscópicos de un mundo que poco a poco se fue deteriorando.
La reacción de Grinspoon al descubrimiento de fosfina fue comentar qué “obligará a las personas a tomar con seriedad la posibilidad de una biósfera en las nubes de Venus”.
Si el pasado es prógolo, la emoción que sigue al descubrimiento de este gas maloliente, dará paso a una explicación que no depende de la presencia de vida; después de todo, la naturaleza es experta en crear condiciones y compuestos que los humanos no habían previsto. Si esto sucede, lo que ahora es un emocionante descubrimiento, se convertirá en un descubrimiento simplemente interesante.
Pero no podemos descartar un resultado más dramático: la posibilidad de que, finalmente, se haya demostrado que tenemos compañía cósmica. Sí, ellos son microscópicos y tienen una existencia incomprensiblemente aburrida. Pero a diferencia de todo lo demás que hemos encontrado en los cielos, ellos estarían vivos.